El bastón del caminante acaba siendo el objeto más preciado durante el camino.
La sidra fue la bebida por excelencia del camino.
Amanecer gallego
El primer día de caminata nos levantamos pronto y llenos de entusiasmo por empezar. El Camino de Santiago está muy bien señalizado y es difícil perderse pero para garantizarse una cama en el albergue de destino hay que madrugar bastante y a las 6 de la mañana está oscuro como la boca del lobo. Total que el primer día ya la liamos, en la foto de arriba es de cuando Ania y yo descubrimos con las primeras luces del alba, haber andado por camino equivocado y Kasia desaparecida.
Al final tras preguntar a un par de coches que pasaban pudimos volver a encontrar el camino correcto.
Frutas del bosque.
El verde del norte de España.
Triacastella.
Rivendell.
Durante el Camino tuve mucho tiempo para reflexionar sobre la vida y la verdad es que uno acaba en Santiago quizá no mucho más sabio, ya que no hay muchas nuevas informaciones que el cerebro esté adquiriendo, pero sí con un mejor entendimiento de uno mismo y de las cosas que te hacen ser como eres. En la rutina del día a día, nunca me paro a pensar ni un momento en las cosas en las que pensé cuando tenía que andar 5 horas al día y dormir cada día en distintos lugares rodeado de extraños. Uno tiene que viajar y vivir experiencias de este tipo para ser más feliz.
La casa verde
El monasterio de Samos tiene un albergue muy humilde pero cuando uno esta cansado de verdad puede dormir bien en cualquier sitio.
El guardián del puente.
Continuará...